viernes, 12 de septiembre de 2008

Solo un momento


Esta imagen fue tomada hace aproximadamente 6 o 7 años.
No recuerdo pero creo que fue con mi primer cámara digital.
Había salido de la escuela y bajaba hacia los andenes del metro en la estación General Anaya, al sur de la Ciudad de méxico.

El se encontraba casi a l pié de  la escalera ojeando el periódico del día; simplemente la situación y el contraste me llamaron la atención. Rápidamente encendí mi cámara rogando que no llegara el siguiente tren y se marchara, o que no se diera cuenta de mi presencia.

Tomé la Foto y segundos después se fué.

Después de tantos años conservo esta imágen recordando la anécdota. No supe como se llamaba y no creo que haya sabido que lo había fotografiado.

Lugar y momento exacto??
No lo sé...

Cuantas veces habrá pasado que hemos provocado un sentimiento, una emoción o hemos cambiado la vida de alguien sin enterarnos. Y cuantas veces nos han provocado todo eso sin saber siquiera saber sus nombres, y nunca mas saber de ellos. Pero ahí estan en nuestra memoria.

Hace algún tiempo comiendo antojitos mexicanos, por los rumbos del centro de la ciudad de México con amigos de la preparatoria, comencé una amena charla con una señora que se encontraba a mi lado. Una hermosa mujer originaria de Monterrey

Me confensó haber llegado recientemente a la ciudad de México después de un largo retiro voluntario. Estaba deseosa de empaparse de cultura (la cual es vasta en el Distrito Federal).

Comenzó a narrarme su historia.

Su nombre: Maria Cristina de la Garza (un nombre muy común en el norte del país).

Ella era viuda de uno de los fagotistas de la orquesta sinfónica de Bellas Artes. Casada muy joven pero enamorada. Vivió varios años en Europa y otros tanto en la capital mexicana. Jamás tuvo hijos. pero al igual que yo le fascinaba encontrar historias en los diferentes barrios de la ciudad, convivir con la gente, escuchar historias.

Una noche después de un fastuoso concierto de la sinfónica de Bellas Artes, su marido salió del edificio y se dirigía a pie a su de partamento, a tan solo unas cuadras de allí y murio atropellado.

Con un inmenso dolor por la pérdida, viajo alrededor del mundo y tomó un descanso en Monterrey. Me dijo que estando ahí, en sus propias palabras - No se hallaba!!-.

Le sugerí algunos lugares para visitar, museos, teatros, restaurantes, etc. Algunos de ellos, completamente nuevos para ella pués hacía mucho tiempo que no visitaba esta ciudad.

Le di mi numero telefonico de casa (entonces no eran muy usados los teléfonos celulares y ella estaba buscando otro hotel para hospedarse) y quedamos de llamarnosa esa semana y tomarnos un café.

Solo recibí un recado telefónico mandandome saludos pero no me dio mas datos y nunca volvi a saber de ella.

Esa charla, su calida sonrisa, su porte de mujer de sociedad, culta, amena y su afán de aventura, de disfrutar, de descubrir, de conocer... de probar algo nuevo sin olvidar el camoni recorrido y sus enseñanzas.

Maria Cristina dejó en mi memoria una admiración casi indescriptible.

Hay personas que pasan de manera fugaz en nuestra vida y hay personas que permanecen.
Lo importante es la huella que dejan.


2 comentarios:

drneon dijo...

Esas historias que son parte de uno, que nadie difícilmente sabe de su existencia son los que nos dan consistencia como personas.

Muy interesante tu blog Edgar, saludos!emidudi77

Edgar de la Vega dijo...

Me costó un poco retomar este blog. Pero confieso que me soprendió encontrar tu comentario. Gracias.
Por muchos aprendí a disfrutar de esas historias y este blog me da la oportinidad día a día de expresarlas. Hoy lo retomo con gran gusto.

Espero sinceramente seguir aportando algo.

Prometo escribir más seguido (Te invito a ser seguidor)

Saludos Edgar